He estado leyendome la novela "Lo que el viento se llevó", y quizás por deformación profesional una de las cosas que me han impactado es la actitud emprendedora de la protagonista Scarlett O´Hara.Corre 1861 en el norte de Georgia, Scarlett es una adolescente mimada hija de un propietario de plantación de algodón con más de 100 esclavos negros: no se ata ni los zapatos, tiene todo lo que quiere y su dedicación son las fiestas y coquetear con los señoritos de plantaciones cercanas. Entonces sucede la debacle, la Guerra de Secesión que pierde el Sur, como consecuencia de la cuál el ejército yanqui arrasa Georgia, se liberan a los esclavos, y se destrozan las bases de la economía del sur; Scarlet pierde a su madre, su padre queda idiotizado, los esclavos se escapan, sus compañeros de fiestas mueren en la guerra o quedan lisiados; y mientras tanto 10 personas deprimidas, hambrientas y pusilánimes dependen de ella. Son pobres de la noche al día, y mientras otros se hunden, se arremanga, cultiva algodón, defiende su tierra; trabaja, comete actos ílícitos, pelea por salir adelante, compra dos serrerias, trabaja siendo criticada por la conservadora sociedad de Atlanta, se casa tres veces, y en fín cumple la famosa sentencia que pronuncia "Pongo a Dios por testigo que nunca volveré a pasar hambre"; al final vuelve a tener un patrimonio cuantioso. No diré yo lo que he oido a hombres mayores "Para arreglar esto hace falta una guerra", pero quizás la crisis lance al escenario a excelentes emprendedores que de otra manera no hubiesen aparecido. No todo es malo.
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